Hablemos de indicios de deterioro.
Nuestro país está pasando por una serie de cambios en el entorno político, económico y regulatorio, entre otros. Asimismo, existe un entorno internacional volátil y de mayor incertidumbre. Desde el punto de vista de reporte financiero bajo normas de información financiera mexicanas, nos lleva a considerar si lo anterior resulta en indicios de deterioro para alguna entidad en particular, que a su vez requerirían que llevara a cabo una prueba formal de deterioro.
Antes de hablar en el detalle del concepto de indicios de deterioro, repasemos el modelo general que siguen las normas para reflejar estos impactos para los activos de larga duración (existen otras reglas particulares de valuación para ciertos activos como por ejemplo las inversiones en instrumentos financieros que no abordaremos en este artículo).
La lógica del modelo de deterioro según las normas contables
Deterioro es la situación cuando el valor en libros de un activo (o grupo de activos) excede su valor de recuperación.
Las normas contables únicamente requieren una prueba de deterioro si se determina que existe evidencias respecto a un posible deterioro (indicios de deterioro), salvo que se trate de activos de vida indefinida.
Muchos de los activos de larga duración (aquellos de vida definida) son sujetos de depreciación o amortización, que resulta en reducciones sistemáticas de su valor en libros que aminoran el riesgo de deterioro; en consecuencia, solo se requiere probar el deterioro cuando hay situaciones que presentan evidencias respecto a un posible deterioro. Es decir, se trata de un proceso de dos pasos:
- Determinar si existen indicios de deterioro, en cuyo caso, se requiere realizar el segundo paso
- Realizar una prueba de deterioro, es decir, comparar el valor en libros contra el valor de recuperación, determinado bajo ciertas reglas de cálculo y reconocer una pérdida por deterioro cuando el primero excede al segundo.
En cambio, los activos de larga duración de vida indefinida no se deprecian o amortizan, por lo que representan un mayor riesgo de sobrevaluación, y, por lo tanto, las normas son más estrictas y requieren que sean probados por deterioro por lo menos una vez al año o antes si se identifica un indicio de deterioro.
La lógica que sigue la prueba de deterioro, se sustenta en los conceptos detrás de un análisis de inversión. Las normas contables sólo permiten reconocer activos cuando se esperan beneficios económicos futuros del mismo; este principio está implícito en la definición de un “activo”. Un supuesto económico es que las entidades llevan a cabo inversiones en activos de largo plazo cuando esperan una recuperación de las mismas, lo cual es generalmente medido a través de métodos de análisis de inversión, tales como la determinación de valores presentes netos (en donde las tasas de descuento representan los retornos esperados sobre las inversiones), determinación de periodos de recuperación de activos, determinación de tasas de retorno, etc.
Ante un cambio relevante en las circunstancias sobre las cuales se decidió la inversión original, las normas contables reflejan el hecho de que las entidades se ven en la necesidad de reevaluar sus decisiones de inversión. Este cambio en circunstancias lo podemos asimilar al primer paso del modelo contable, es decir, a la identificación de indicios de deterioro.
Una vez que se identifica dicho cambio en circunstancias, el proceso es similar al llevado a cabo cuando se decidió realizar la inversión original en los activos de largo plazo, determinando continuar o disponer de la inversión, (por ejemplo, utilizando métodos de análisis de inversión). Este proceso de medición lo podemos asimilar al segundo paso del modelo contable, es decir, a la prueba de deterioro.
La prueba de deterioro según las normas, permite considerar el más alto entre a) el valor de uso del activo (o grupo de activos), y, b) su valor razonable (actualmente la norma mexicana usa el término precio neto de venta), y solo en caso de que el valor en libros exceda ambos, se reconocerá una pérdida por deterioro. La prueba reconoce que el inversionista tiene la opción de continuar con la inversión o disponer de ella; de este modo, si cualquiera de estas dos opciones le permite conceptualmente recuperar el valor en libros, no existe un deterioro. Entrando en cuestiones más técnicas, el primero, el valor en uso, que es valor presente de los flujos de efectivo futuros asociados al activo (o grupo de activos) considera particularidades para la entidad (es decir, es un valor específico a la entidad), mientras que el segundo, el valor razonable, es una medición que considera supuestos de mercado (es decir, es un valor desde el punto de vista de un participante de mercado, según se define este término en las normas).
El primer paso en más detalle, indicios de deterioro
Habiendo revisado el modelo, pasemos a hablar de la identificación de indicios de deterioro. No entraremos al detalle del segundo paso.
En primera instancia, la norma es clara respecto a que no se requiere realizar una prueba de deterioro si no existen indicios de deterioro. En mi experiencia, realizar una prueba de deterioro cuando no se han identificado indicios resulta en inversión de tiempo innecesario y puede ser contraproducente. Mi sugerencia es realizar un adecuado proceso de identificación de indicios de deterioro y documentarlo.
Inclusive aún ante la presencia de algún indicio de deterioro, si la entidad cuenta con evidencia que demuestre en forma contundente que dichos indicios son de carácter temporal, tampoco requiere realizar la prueba de deterioro.
La norma incluye ejemplos enunciativos de indicios de deterioro por factores internas y externos a la entidad. Una entidad debe considerar por lo menos los ejemplos contemplados en la norma. Sin embargo, si está presente algún indicio de deterioro no mencionado en dicha lista, deberá realizar la prueba de deterioro.
Algunos de los ejemplos enunciados son: la disminución significativa en el valor de mercado del activo (o grupo de activos); la suspensión o cancelación de una franquicia, licencia, etcétera; modificaciones adversas de carácter legal o en el ambiente de negocios que puedan afectar el valor de un activo, así como la imposición de gravámenes o restricciones por parte de las entidades reguladoras; e, incrementos en tasas de interés de mercado, u otras tasas de mercado de rendimiento de inversiones, que afecten a la tasa de descuento utilizada para calcular el valor en uso del activo, de forma que disminuya su valor de recuperación de forma significativa.
Respecto a este último ejemplo, referente a los incrementos generales en tasas de interés de mercado o de rendimiento de inversiones, pudieran no afectar de manera significativa el valor en uso del activo, si no afectan el retorno esperado del activo (o grupo de activos) en cuestión. Un ejemplo es cuando dichos incrementos generales en tasas se refieren a rendimientos de corto plazo y el activo (o grupo de activos) sujeto a valuación tiene una vida larga remanente. En otras ocasiones, las entidades pudieran contar con un cálculo de deterioro realizado en periodos anteriores que demuestre que el valor en uso es poco sensible al cambio de la tasa de descuento como para resultar en un deterioro material, y, por lo tanto, no requerir realizar una prueba formal de deterioro.
Otro ejemplo de indicio de deterioro que se considera normalmente, aunque no se menciona en la norma mexicana, es cuando el valor en libros de los activos netos de la entidad excede su capitalización de mercado, ya que sugiere que el mercado considera que el negocio está sobrevaluado. Sin embargo, también puede ser el caso que el mercado esté considerando factores distintos al retorno que la entidad genera sobre sus activos. En estos casos, pudiera no existir un deterioro, pero generalmente llevará a una entidad a realizar una prueba de deterioro para entender las razones que generan la baja valuación de mercado, pero no en su valor en uso. Se deberá poner cuidado particular en las tasas de descuento apropiadas a utilizar en el cálculo del valor en uso.
Una última consideración es que algunas de las circunstancias que resultan en deterioros de activos pueden ir evolucionando paulatinamente y no necesariamente se trata de eventos aislados. Es por ello que las entidades deben tener en cuenta tendencias que puedan resultar en indicios de deterioro y considerar si deben llevar a cabo revelaciones en sus estados financieros. Una buena práctica es llevar a cabo los ejercicios de evaluación de indicios de deterioro de manera anticipada y con posterior actualización al cierre del reporte financiero, lo cual, pudiera permitirle a la entidad anticiparse a las situaciones adversas y dedicar el tiempo necesario a las pruebas de valuación en caso de requerirse.