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Decía Albert Einstein: “el sentido común no es más que un muestrario de los prejuicios adquiridos antes de los dieciocho años”. Y lo complementaba con la siguiente aseveración:
“Pocas personas son capaces de expresar con ecuanimidad opiniones que difieran de los prejuicios de su entorno social. La mayoría incluso son incapaces de formarse tales opiniones”. Esto nos habla de la dificultad que el común de los individuos tenemos para encontrar soluciones diferentes a los problemas y requerimientos que se nos presentan, pues las reglas aprendidas como parte de nuestro sentido común, nos impiden salir de la rutina de análisis. Y si la solución está fuera del paradigma aprendido en esas reglas, obviamente no se encuentra la salida.

¿Pero qué caracterizó el pensamiento de Einstein para desarrollar la teoría de la relatividad? Todo indica que fue su capacidad para cambiar paradigmas, en este caso el de Newton referente al tiempo que lo consideraba absoluto; esto le permitió, naturalmente, romper con la normas del tiempo absoluto y considerar que el tiempo podía correr más rápido para un objeto que para otro. Si no hubiese roto con las reglas de Newton, su pensamiento no habría evolucionado. Aunque es de destacar que esta innovación no la hizo de viejo sino de joven, al principio de su carrera, cuando sus conocimientos aún no eran del gran maestro, cuando fue libre para imaginar soluciones sin restricciones de comités de investigación y sin direccionamientos en sus investigaciones. Debe recordarse que Einstein no gustaba de asistir a clases y prefería su laboratorio, lo cual le creó una buena cantidad de dificultades dentro del sistema académico y de investigación universitaria, pero dio al mundo su creatividad independiente.

A partir de esta constatación conviene reflexionar hasta dónde los paradigmas de la educación y formación nos limitan para un manejo diferente y novedoso de las situaciones; a pesar de que siempre haya mejores maneras de hacer las cosas, hay conformismo y resignación cuando lo actual funciona. Y esta circunstancia nos impide en general, estar alertas y dispuestos a desaprender lo aprendido y volver a aprender. En este sentido, la mente de Einstein estaba abierta a la búsqueda de problemas e ideas que requirieran de nuevas soluciones; es decir, era un buscador de oportunidades de estudio y reflexión para aplicar la imaginación creativa y proponer nuevos enfoques.

En esta etapa del planteamiento, surgen otras barreras a superar como son: el dimensionamiento profundo del problema y con ello su amplia valoración basada en el involucramiento; el compromiso para pensar y pensar en ella; así como la pasión para sostenerse a pesar de las dificultades y rechazos al proyecto. Para ello, hay que estar dispuesto a romper paradigmas, ir contra corriente, reflexionar, encontrar razones profundas para trabajar y estar motivados para generar y volver a generar ideas y no carecer de buen humor para reírse de los errores, pues como opinó A. Einstein: “la imaginación es más importante que el conocimiento”.

Fuente: Torpe, S., Cómo pensar como Einstein, Bogotá Colombia, Grupo Editorial Norma, (2001).