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El Universal, Cartera

Rubén Migueles Tenorio

México ha sido una de las economías más afectadas por la crisis financiera global. De confirmarse este 2009 el desplome de 7% en la producción interna bruta del país, la economía mexicana habría registrado un crecimiento anual promedio de apenas 1.6% en los primeros 10 años de esta centuria, el más bajo del que se tenga registro al menos desde los años 20 del siglo pasado.

Con este resultado, México sería el país con menor dinamismo entre las principales economías de América Latina en dicho periodo, quedando rebasado por naciones como Brasil, Chile e incluso Perú, que supieron aprovechar mejor los momentos de auge que ofrecieron los mercados internacionales a sus materias primas.

Analistas coinciden en señalar que la crisis financiera global puso en evidencia una serie de problemas estructurales que padece la economía mexicana como a) la elevada dependencia de México del ciclo económico de Estados Unidos, debido a que 80% de las ventas al exterior dependen del mercado estadounidense; b) el escaso margen de maniobra de las finanzas públicas para hacer frente a la crisis con un programa anticíclico robusto; c) el peso de los ingresos petroleros en el presupuesto (cerca de 40%) que lo hace más vulnerable a los vaivenes del mercado, así como al virtual agotamiento de la producción nacional; d) la baja flexibilidad que México exhibe para reubicar eficientemente sus factores productivos y e) la falta de mayores incentivos para la adopción de tecnologías de punta y de prácticas de trabajo más eficientes.

A lo largo de la presente década, México no logró avanzar de manera importante en una serie de reformas económicas (fiscal, energética, laboral y de telecomunicaciones, entre otras) que le permitiera mantener y elevar su competitividad a nivel internacional. De 2007 a la fecha, México retrocedió 12 lugares en la materia al pasar del escaño 48 en 2007 al 60 en 2009 de un total de 132 países considerados en el Reporte Anual sobre Competitividad del Foro Económico Mundial, a causa, principalmente, de la falta de concreción de dichas reformas.

Una muestra de lo anterior fue la menor presencia de las mercancías mexicanas en el mercado estadounidense. Durante la primera década del siglo XXI, las exportaciones manufactureras mexicanas pasaron del segundo al tercer lugar en dicho mercado, debido al exponencial dinamismo de las ventas chinas en Estados Unidos, consolidándose como una de las economías emergentes más dinámicas.

A pesar de que durante la mayor parte de la década México obtuvo una gran cantidad de ingresos extraordinarios por los elevados precios internacionales del petróleo, el gobierno fue incapaz de implementar un generoso programa de estímulos fiscales y gasto público contracíclico, de la magnitud que lo hicieron otros países. Con el fin de contener los impactos de la crisis, el gobierno mexicano puso en marcha un plan de estímulos de aproximadamente 1.1% del PIB, tasa muy inferior a 2.2% del programa de estímulos fiscales que instrumentó Chile, el más elevado de América Latina.

La exigua carga tributaria dificultó la aplicación de medidas fiscales significativas orientadas a reducir los efectos de la crisis financiera.

Además, al privilegiar la estabilidad nominal sobre la real, tampoco se aprovechó la posición favorable de la deuda pública para contratar préstamos que habrían facilitado la aplicación por parte del gobierno de una política anticíclica de mayor impacto sobre la demanda agregada.

Golpes del exterior

A diferencia de otras crisis, ésta no se originó en México. El problema provino de su principal socio comercial, y aun cuando la economía mexicana pudo contener el contagio financiero, el impacto comercial y productivo fue devastador.

El pobre desempeño de la economía mexicana en la primera década del presente siglo se debe a que, en dicho periodo, se registran dos caídas económicas en Estados Unidos. Después de que en el año 2000 la economía mexicana lograra un extraordinario crecimiento de 6% en el marco de la sucesión presidencial con el primer gobierno que no era de extracción priísta, el PIB del país en 2001 registró una caída de 1% luego de cinco años de crecimiento continuo.

La evolución del sector externo en dicho año estuvo influida por la desaceleración de la economía mundial, en particular de la de Estados Unidos, que se precipitó con los atentados del 11 de septiembre y la disminución del precio internacional del petróleo. A partir de 2002 empezó a observarse una reactivación de la economía mundial en beneficio de México. Si bien durante 2003 el desempeño de la actividad económica fue modesto —en parte por la incertidumbre derivada de la guerra de Irak—, a partir de 2004 y hasta 2006 el valor de las exportaciones mexicanas no petroleras registraron incrementos anuales superiores a dos dígitos.

En 2006 la economía mundial registró un crecimiento vigoroso, pero en la segunda mitad del año se observó una desaceleración en el ritmo de expansión estadounidense. En lo que respecta a la actividad económica de México, el PIB registró un crecimiento anual de 5.1%, el más alto desde el inicio de la década.

En este año la evolución del sector externo de la economía mexicana se vio influida por una significativa fortaleza de la demanda externa, elevados precios internacionales del petróleo y un incremento de los recursos que recibió el país por concepto de remesas familiares.

Para 2007, la actividad económica en México presentó un menor dinamismo que el año anterior. Esta desaceleración se originó, principalmente, por un menor crecimiento de la demanda externa, aunque también el gasto interno atenuó su ritmo de expansión. Por su parte, la disminución en el crecimiento de la masa salarial y en los ingresos por remesas del exterior contribuyeron a la desaceleración del gasto de consumo privado. La inversión realizada por el sector privado también redujo su tasa de crecimiento.

En Estados Unidos, la economía entró en una fase recesiva a finales de 2007, que se agudizó en 2008.

Así, en el cuarto trimestre del año el PIB registró una contracción de 6.3% a tasa trimestral anualizada.

Terremoto financiero

La quiebra de la institución financiera Lehman Brothers en septiembre de 2008 marcó la culminación del acelerado deterioro que sufrió el sistema financiero estadounidense y el desbordamiento de la crisis financiera internacional.

La turbulencia en los mercados financieros internacionales afectó significativamente el desempeño de la economía global en particular de los países emergentes como México. La economía del país fue perdiendo dinamismo durante los primeros tres trimestres del año; la actividad productiva se fue desacelerando como respuesta al gradual deterioro de la demanda externa que se extendió al mercado interno, lo que produjo en el último trimestre del año la primera caída de la economía mexicana desde 2002.

El deterioro en las condiciones financieras condujo al Banco de México, en coordinación con la SHCP, a adoptar un conjunto de medidas orientadas a preservar el buen funcionamiento de los mercados financieros en México.

Estas medidas estuvieron orientadas a proveer de liquidez al mercado cambiario; asegurar la provisión de liquidez interna al sistema bancario; mejorar las condiciones de liquidez en los mercados de valores y otras medidas para eliminar algunos obstáculos para el funcionamiento ordenado de los mercados financieros.

Medidas anticíclicas

Ante el deterioro de las perspectivas de crecimiento de la economía mexicana, el gobierno federal anunció en el año tres programas de medidas fiscales orientadas a mitigar dichos efectos: el Programa de Apoyo a la Economía en marzo, el Programa de Apoyo a la Economía Familiar en mayo y el Programa para Impulsar el Crecimiento y el Empleo, en octubre.

En los dos primeros programas oficiales se establecieron medidas orientadas a disminuir principalmente los costos y la carga fiscal de las empresas y a proteger el ingreso de los hogares y facilitar su acceso a alimentos básicos.

El mayor peso de la recesión económica recayó sobre el primer semestre de 2009, que se agudizó por el brote de influenza A H1N1, lo que menguó la producción y el empleo por la reducción del flujo de turistas y por el efecto de las medidas para enfrentar la epidemia por parte del gobierno federal. Según estimaciones de la Cepal, el impacto fue de alrededor de 0.7% del PIB. Los sectores asociados al turismo (comercio, restaurantes y hoteles) fueron los más afectados.

En la primera mitad del año, la actividad económica decreció 9.2%. En el tercer trimestre el descenso fue de 6.2% y para el año en su conjunto se estima una reducción de alrededor de 7%, lo que hace suponer que en el cuarto trimestre se habría confirmado un cambio de tendencia, como augurio de la recuperación esperada en 2010. El comercio y la construcción registraron fuertes retrocesos. Por su parte, la industria acumuló 14 meses consecutivos de producción a la baja hasta septiembre de 2009.

Las expectativas de la recuperación para 2010 no son alentadoras. Aun cuando se estima un crecimiento para México de 3.5%, los especialistas coinciden en señalar que la reactivación será lenta y prolongada, por lo que la recuperación del empleo todavía tardará, y no será sino hasta fines del próximo año y principios de 2011 cuando los niveles de ocupación regresarán a los existentes antes de la crisis.


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