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Arturo Damm Arnal, La Crónica de Hoy, www.cronica.com.mx

Los impuestos son un mal necesario: mal porque implican que el gobierno obliga al contribuyente a entregarle una parte del producto de su trabajo; necesario porque con esos recursos el gobierno garantiza, hasta donde le resulta posible, la seguridad contra la delincuencia, y de fallar imparte, también hasta donde le resulta posible, justicia.



Si los impuestos son un mal necesario deben cobrarse de manera que hagan el menor daño posible. Esto se logra cobrándose un impuesto único (ni uno más), homogéneo (la misma tasa en todos los casos), universal (sin excepción de ningún tipo), no expoliatorio (para que su cobro no degenere en un robo con todas las de la ley), al consumo (no al ingreso, tampoco al patrimonio, ¡y mucho menos a la inversión, de la cual depende el progreso económico!). Este impuesto debe cobrarse al consumo final, distinguiendo los gastos en inversión (para generar riqueza) de los gastos en consumo (para consumir riqueza; consumo final). Lo lógico es “premiar” la generación de riqueza, no cobrándole impuestos, y “castigar” su consumo, sí cobrándole impuestos, lo cual se consigue con el impuesto único, homogéneo, universal, no expoliatorio, al consumo final, que es, dado que todos somos consumidores, el impuestos más general que puede haber.



¿Cuáles son las posibilidades recaudatorias de dicho impuesto en México? Veámoslo. En 2011 el consumo final en México, tanto de mexicanos como de extranjeros, sumó, según los datos del INEGI, 14 millones de millones 835 mil 540 millones de pesos, de tal manera que con un impuesto único, homogéneo, universal, del 15 por ciento, al consumo final, el Gobierno Federal hubiera recaudado 2 millones de millones 225 mil 331 millones de pesos, ¡82.6 por ciento más de lo que, según los datos de la Secretaría de Hacienda, recaudó (1 millón de millones 294 mil millones de pesos)!



¿Se imaginan el impulso que se le daría a la competitividad del país —definida como la capacidad para atraer, retener y multiplicar inversiones—, si en México no se le cobrara impuestos a las empresas? Claro que, dicho lo anterior, más de uno, sobre todo desde la izquierda, dirá que lo que propongo es una barbaridad, y que si alguien debe pagar impuestos esas son las empresas, ya que ellas son las que crean riqueza. Mi argumento es exactamente el contrario: precisamente por ser las que crean riqueza (creación de riqueza que, dicho sea de paso, ¡y por si se ha olvidado!, es la única manera de combatir la pobreza), hay que “premiarlas”, y una buena manera de hacerlo es no cobrándoles impuestos, lo cual no quiere decir que el empresario, en su papel de consumidor final, no pague el impuesto cuando gaste, no para producir riqueza (invertir), sino para consumirla (compra de bienes y servicios de consumo final).



En México padecemos un engendro tributario, que en nada ayuda al progreso económico, producto de ideas tributarias erróneas, del que tenemos que deshacernos, para lo cual hay que empezar de cero, sin darle vueltas a lo que ya tenemos


Correo electrónico: 
arturodamm@prodigy.net.mx

Twitter: @ArturoDammArnal