IMCP

Campaña Nacional de la Contaduría Pública

Fundado en 1923 y conformado actualmente de 60 colegios de Contadores

IMCP_Tienda Conoce a tu Colegio y Guía de Operación

Noticias Fiscales

  • Imprimir
  • youtube

Escrito por Shawn Tully

CNNExpansion

lunes, 09 de febrero de 2009

El programa de rescate al sistema bancario no funcionará sin afectar a los contribuyentes; una vía alterna incluye convertir al gobierno de EU en el accionista mayoritario de los bancos.

Sin importar cómo opere, un “banco de créditos tóxicos” (bad bank) dirigido por el gobierno estadounidense está destinado al fracaso. Sería difícil diseñar un plan con mayores posibilidades de fallar en el alcance de los tres objetivos principales para el rescate del sistema bancario estadounidense: aumentar el capital de los bancos, proteger a los contribuyentes y evitar las nacionalizaciones.

Un banco que les compre activos tóxicos a los prestamistas enfermos de Estados Unidos no puede alcanzar el primer objetivo sin fallar en el segundo: sólo puede revivir a los prestamistas al forzar a los contribuyentes a pagar precios escandalosos por préstamos y valores andrajosos. ¿Y qué hay de la meta número tres? Ya es demasiado tarde para prevenir que los mayores y más débiles bancos caigan bajo el control gubernamental.

Las grandes pérdidas de los bancos han destruido gran parte de su más importante forma de capital, las acciones comunes tangibles (TCE, por sus siglas en inglés). Esto es, los miles de millones que les quedarían a los accionistas si la institución vendiera todos sus activos y pagara todas sus deudas. El TCE es el respaldo del banco y los accionistas contra lo inesperado. Hoy, ese respaldo es tan fino como una oblea, he ahí la razón por la que los bancos están tan renuentes a prestar dinero. “Los bancos necesitan reconstruir su capital para aumentar los créditos en el futuro” dice Stuart Plesser, analista de Standard & Poors (S&P).

Un índice de activos de TCE sano sería de alrededor del 5%. Eso es lo que la mayoría de los bancos tenía en el 2007, antes de que la crisis crediticia atacara. Comparemos eso con mediados de enero, cuando Wells Fargo se sostenía sobre un 2.7%, Bank of America sobre un 2.6%, y Citigroup sobre un 1.5%. La meta principal de cualquier plan de rescate es elevar los índices de TCE para que los bancos puedan superar su miedo excesivo al riesgo.

Alguien saldrá lastimado

La solución del “banco de créditos tóxicos” simplemente no funcionará. Sería bueno para los contribuyentes que el gobierno pagara poco por los activos en riesgo, pero muy malo para los bancos. Y si éstos no obtienen suficiente dinero como paga, es probable que se nieguen a participar.

En un reporte reciente, la analista Meredith Whitney de Oppenheimer identificó alrededor de 250,000 millones en activos de riesgo en BofA y Citi combinados. Para elevar el TCE de los dos bancos al 5%, el gobierno debería pagarles alrededor de 150,000 millones sobre el valor de venta de sus activos tóxicos, con una prima de alrededor del 40%. Es un acuerdo excelente para los bancos, pero una calamidad para los contribuyentes.

Y se pone peor. El “banco de créditos tóxicos” tendrá una fecha límite para deshacerse de los activos en problemas, lo que creará una enorme presión para venderlos a los precios más bajos posibles. Entonces, después de pagar de más por los activos, los contribuyentes se verán obligados a venderlos y perder su dinero.

Hay una solución mucho mejor. Se divide en tres partes.

Quedarse con lo que hacen mejor

Primero, los bancos deberían comenzar a vender grandes partes de sus franquicias. O como aconseja Whitney: “vender sus joyas de la corona”.

Muchos de sus negocios valen más para un comprador externo de lo que indican los números en sus balances. También está claro que los grandes bancos serán mucho más eficientes si se concentran en lo que saben hacer mejor. La venta reciente de Citi de su posición mayoritaria en la correduría Smith Barney a Morgan Stanley es prometedora. Ahora Citi debería vender su brazo de red bancaria, que es demasiado pequeño como para competir con redes semejantes de BofA o JP Morgan.

En cuanto a BofA, es mucho mejor para servir a sus clientes en sus 6,300 sucursales que en el corretaje o la banca de inversiones. Vender Merrill Lynch podría ganarle un trofeo y rescatarlo del desastroso acuerdo que hinchó sus activos mientras le añadía sólo un pellizco de capital.

Levantar el peso

Segundo, el gobierno necesita cancelar los enormes pagos de dividendos liados a las acciones preferenciales que compró en la primera ronda de rescate financiero. Pesan demasiado sobre las ganancias de los bancos, y no son deducibles de impuestos más que en un 8% -lo que BofA pagó en su más reciente tramo se aproxima al costo de bonos basura.

El Tío Sam: accionista mayoritario

Esto nos lleva a la tercera parte de la solución: si es necesario, el gobierno debería contribuir con capital adicional para aumentar los índices de TCE a alrededor del 5%. A cambio de cancelar los dividendos preferenciales, el Departamento de Tesorería pediría una gran participación, que le daría al Tío Sam la mayoría de las acciones comunes de los bancos más débiles, que incluyen a BofA y Citi.

Hacer del gobierno un dueño mayoritario es casi inevitable. Las ganancias de los bancos son demasiado débiles como para que puedan reconstruir un capital propio en uno o dos años. Para los contribuyentes, la apuesta es que los bancos puedan aumentar sus ganancias lo suficiente como para elevar el precio de sus acciones comunes -que hoy es de un solo dígito- al menos modestamente. Esa es una fuerte posibilidad.

En un ambiente de crédito normal, BofA, incluso con Merrill Lynch, podría ganar más de 20,000 millones al año. La clave es proveer suficientes acciones comunes como para que los bancos sobrevivan la tormenta actual sin miedo a erradicar la riqueza de sus accionistas. Es ese miedo, en gran parte, el que congela los mercados de crédito.

Bajo el plan del “mal banco”, el gobierno descargaría activos en un enorme puerto de carga centralizado a una velocidad frenética. Pero si los bancos siguen nuestro plan, pueden vender sus préstamos y valores tóxicos al mejor postor cuando mejor les parezca.

Así, obtendrán mucho mejores precios, y los contribuyentes que poseen la mayoría de sus acciones disfrutarán de una tarifa mucho mejor que con los “malos bancos” volviéndose locos. Suena como un buen plan ¿no?


2