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Durante los primeros tres años del Gobierno de Enrique Peña Nieto, el gasto corriente del sector público promedió un 66.4 por ciento anual de los ingresos presupuestarios, la proporción más alta en al menos los tres sexenios anteriores, reflejando un creciente desequilibrio financiero.

En los primeros tres años de Felipe Calderón, por ejemplo, esa proporción fue del 61.2 por ciento, mientras que con Vicente Fox fue del 62.2 por ciento, y con Ernesto Zedillo de 53.5 por ciento.

El incremento con Peña ocurre a pesar de que la reforma fiscal aceleró la recaudación de impuestos también de manera récord.

“La reforma fiscal se quedó coja, porque solamente se le dio poder a una pierna, la de los ingresos, pero se dejó suelta la del gasto, y una reforma fiscal no tiene mucho beneficio si en la misma medida en que se incrementan los ingresos se incrementan los gastos”, comentó Alfredo Coutiño, director para América Latina de la agencia Moody’s Analytics.

Considerando sólo los tres años de la actual Administración, los ingresos han crecido a una tasa media del 2.3 por ciento, y el gasto neto a una tasa del 2.8 por ciento.

Como resultado, el déficit público medido contra el Producto Interno Bruto (PIB) pasó de 2.6 por ciento en el último año de Calderón, a 3.5 el año pasado con Peña.

Con Zedillo, el déficit público medido contra el PIB era de 0.9 por ciento, una cuarta parte del actual.

Coutiño refirió que las medidas anunciadas por la Secretaría de Hacienda de reducir el gasto del Gobierno federal no han implicado un verdadero recorte al monto que se viene gastando, sino sólo respecto a lo que se tenía presupuestado erogar.

Para Luis Foncerrada, director del Centro de Estudios Económicos del Sector Privado (CEESP), existe una preocupación de que los recortes al gasto anunciados no terminen realizándose.

Recordó que, en el 2015, Hacienda dijo que recortaría el gasto federal en 124 mil 300 millones de pesos, pero terminó aumentándolo.

Consideró que la reducción al gasto prevista para el 2016, de 134 mil millones de pesos, debiera ser superior y centrado en el corriente.

“En el gasto corriente hay de todo, las pensiones son una parte y ésas no tienen remedio”, ejemplificó.

“Pero hay mucho gasto corriente que se despilfarra, como muchos programas sociales que no tienen efecto, porque ni la pobreza ni la desigualdad se han reducido, y esos renglones tendrían que eliminarse y convertirse en gasto que creara empleo permanente”, contrastó.

Añadió que el incremento descontrolado del gasto representa un problema no sólo por traducirse en un crecimiento de la deuda y del déficit, sino también porque genera una “demanda artificial” que resulta en mayores importaciones, presionando a Banxico para que cuide sus reservas de dólares.

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